¿Qué significa “escribir bien”?
A menudo pensamos que la buena escritura depende del manejo que hacemos de la ortografía, la gramática, la puntuación, el párrafo y los conectores. Pensamos que un buen estilo es aquel que evita “vicios” como el abuso del gerundio, los adverbios en “-mente”, los verbos empobrecedores o el “de que”. Sin duda, conocer la norma y cuidar la expresión es fundamental para comunicarnos de manera efectiva y clara, para producir textos expresivos, elegantes, llamativos y seductores, capaces de capturar el intelecto y el alma del lector. Sin embargo, para que esto ocurra, y antes de acudir a los manuales de estilo y a la gramática, debemos volver a preguntarnos por el sentido de la “buena escritura”.
La escritura es un pensar que quiere comunicarse
La “buena escritura” es el síntoma de una mente que piensa y que sabe lo que quiere decir. Esta escritura es fiel reflejo de nuestra intención comunicativa (lo que busco con mi escrito), pero también de nuestro deseo de relacionarnos de cierta manera con el lector. A través de la escritura establecemos un tono (respetuoso, autoritario, empático, amistoso, afectuoso, personal, profesional, erudito); producimos una relación de cercanía o distancia con el lector, creamos la
ilusión de presencia y de ausencia, nos mostramos más o menos objetivos. Un texto bien escrito no es solo aquel que expone con claridad sus contenidos; es también el que sabe mutar para adecuarse a una determinada situación comunicativa.
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El propósito de nuestros escritos
Mucho antes de preocuparnos por aspectos concretos del lenguaje, por nuestra intención comunicativa, o por la relación que queremos establecer con el lector, es fundamental que volvamos a preguntarnos ¿para qué escribimos? Posponer esta pregunta y empezar por las cuestiones de estilo sería como tomar el rábano por las hojas.
La mayoría de los problemas de estilo que presentan los escritos contemporáneos (administrativos, académicos, periodísticos, jurídicos, médicos, etc.) tienen que ver con que tendemos a dejar de lado la pregunta por el propósito de nuestras escrituras.
No es ningún secreto que nuestros escritos están cada vez más influenciados por lo que llamamos el “lenguaje de la burocracia”. El mayor problema no es que adoptemos el tono conservador, despersonalizado, rígido e inexpresivo que caracteriza estos textos, o que incurramos en los errores de estilo típicos del lenguaje de la administración: párrafos interminables, excesivo uso de la pasiva, muletillas, frases largas y enmarañadas, etc. El verdadero problema es que nuestras escrituras empiezan a adoptar también el vago propósito de los textos burocráticos: dar constancia, tramitar una consulta, una audiencia, un grado, una
información. Textos que terminan en un cajón sin antes haber cumplido su propósito porque no pudieron ser comprendidos por el paciente, el ciudadano o el lector.
La importancia de escribir bien hoy en día tiene que ver con la necesidad de restaurar el valor comunicativo de nuestras escrituras. A partir de aquí, las nociones de estilo y los conocimientos de gramática podrán iluminar el camino particular de cada escrito.
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Por: Libertad Garzón, editora e investigadora sobre narrativa y poesía latinoamericana de vanguardia. Forma parte del Departamento de Creación Literaria de la Universidad Central.