Las limitaciones del lenguaje en la era digital:
Han bastado poco menos de veinte años para que la comunicación entre los seres humanos se haya visto modificada radicalmente y para siempre. A los que nos acercamos a la treintena nos ha tocado ser testigos directos de cada uno de estos cambios conforme hemos ido creciendo. Todavía recuerdo, por ejemplo, las cartas a mano que mi padre nos enviaba desde los Estados Unidos; las cabinas telefónicas de larga distancia en las que el minuto era impagable y sólo
teníamos tiempo para saludarnos; recuerdo las citas hechas por teléfono fijo en las que eran de crucial importancia el lugar y la hora exacta; mis escapes a la biblioteca en busca de un dato enciclopédico que aún no estaba en Wikipedia: recuerdo un mundo distinto.
“Si no conoces el significado de las palabras no puedes conocer a los hombres”
Confusio.
Después, con la instauración de la era digital, el mundo pasó a estar en la palma de la mano. La llegada de las redes sociales y los canales digitales de comunicación nos hicieron cambiar la forma de pensar y de comunicar. Tuvimos que aprender, casi a regañadientes, a digitalizar nuestros pensamientos y a ponernos al servicio de estas nuevas formas. Entonces creamos perfiles que nos representan en el mundo: navegamos, compramos, vendemos, ofrecemos, trabajamos, estudiamos y somos en la web. De modo que cada vez se nos hace más difícil pensar por fuera de este universo digital y el lenguaje se redujo a unas pocas formas preestablecidas, determinadas por la necesidad de brevedad y concisión.
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Pensemos en Whatsapp, el formato más popular de comunicación. ¿Cuántas palabras usamos para decir todo lo que queremos decir? Según estudios, unas quinientas. Usamos quinientas palabras, y unos cuantos emojis, para expresarnos. La experiencia del mundo y de nosotros mismos se reduce a un número corto de palabras en un idioma que tiene más de trescientas mil. Esto no sólo limita nuestra manera de ver el mundo sino que cada vez es más difícil describir verdaderamente nuestras emociones, sentimientos e ideas. Es tal la depuración del lenguaje, el descuido del mismo, que absolutamente toda nuestra vida puede caber en quinientas palabras y por eso sufrimos tantos tropiezos al comunicarnos. ¡Qué paradoja que en la era de las comunicaciones estemos tan alejados del lenguaje!
Fuente: Foto de John Schnobrich en Unsplash
Pero no vine a quejarme, sino a proponer. Es innegable que las tecnologías nos ofrecen ventajas inconmensurables de conectividad, sin embargo no hay que perder la conciencia sobre cómo nos estamos comunicando. Por eso mi propuesta radica en un retorno a un origen menos digital y más físico, es decir, en volver a encontrarnos con el lenguaje, con el significado de las palabras y con la amplitud de posibilidades que nos ofrece la oralidad, la escritura y el cuerpo. Recuperar el tránsito, casi olvidado, entre el pensamiento, las emociones y la palabra. Sólo así seremos capaces de comunicarnos mejor, de saber lo que realmente queremos decir por fuera de las frases prefabricadas y el pensamiento generalizado. Sólo así podremos llegar a ser verdaderamente auténticos en un mundo en el que cada vez nos parecemos más los unos a los otros.
Si todos repetimos las mismas cosas, las mismas palabras, ¿qué me diferencia del resto?
Por: Nicolás Ibáñez, Maestro en Arte Dramático, fundador y director de la Compañía Nacional de la Artes, docente del Curso Redacción y Manejo de la Voz
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