En ocasiones pasamos por alto el hecho de que los verbos juegan un papel fundamental cuando nos expresamos. Aún más, si nos detenemos a examinarlos con más detalle, es posible reconocer que su formación y uso son bastante más complejos de lo que podríamos pensar.
¿Se pueden inventar verbos? Quiero
decirte uno: yo te cielo
Frida Kahlo
☞Formas personales e impersonales de los verbos
☞Los verbos cumplen la función de núcleo de todas las oraciones en nuestro idioma en tanto que estas se construyen a partir de cualquiera de las conjugaciones de los mismos, las cuales se denominan:
Según las formas personales de los verbos, estos se agrupan en dos tipos:
Regulares
Se conjugan de la misma manera que ‘amar’, ‘temer’ o ‘partir’.
Irregulares
Sus formas conjugadas difieren de ‘amar’, ‘temer’ o ‘partir’.
Ahora veamos la estructura de una forma personal:
Vocal temática: carece de significado y está presente en la mayoría de conjugaciones
Tiempo, aspecto y modo
Tiempo: realización de la acción en relación con el momento en que se habla (pasado, presente o futuro).
Aspecto: nos permite saber si la acción se repite en el tiempo (conjugaciones imperfectas) o está terminada (conjugaciones perfectas).
Modo: indica el punto de vista de quien habla sobre la situación que describe con el verbo (e. g. certeza, incertidumbre, deseo, autoridad).
Morfema de concordancia:
pasado, presente o futuro
Persona: se refiere al individuo que realiza la acción. Puede ser el hablante (‘yo’ o ‘nosotros’ – 1.a persona), el oyente (‘tú’, ‘usted’ o ‘ustedes’ – 2.a persona) u otros individuos (‘él [ella]’ o ‘ellos [ellas]’ – 3.a persona).
Número: permite identificar si la acción es realizada por uno (singular) o varios (plural) individuos.
Adicionalmente, las formas personales se dividen en:
Se conjugan sin necesidad de utilizar un verbo auxiliar.
Requieren estar acompañadas del verbo ‘haber’. Ejemplo: “La brujería me llegó a los once años […], pero no creo que haya llegado por coincidencia […]” (Castro, 1994).
Los verbos también tienen formas impersonales, que carecen de la estructura anterior, por cuanto su desinencia no contempla tiempo, aspecto, modo o persona. Estas se clasifican en tres clases:
• Infinitivo: verbos terminados en –ar, -er o –ir. Ejemplo: “Es que a esta chica creo que la quiero [dijo “el Esclavo”] Voy a […] llorar de la emoción” [respondió Alberto] (Vargas Llosa, 1963).
• Participio: verbos terminados en –ado(s), –ada(s), –ido(s) o –ida(s). Aunque carecen de desinencia propiamente dicha, sí deben tener concordancia de género y número. Ejemplo: “Vendado que me has vendido y niño mayor de edad, por el alma de tu madre que murió siendo inmortal” (…) (Góngora, 1580).
• Gerundio: verbos terminados en –ando o –endo. Ejemplo: “Se les iba la vida tecleando en un diálogo inacabable […]” (Allende, 2004).
✒ Agencia EFE. (30 de diciembre de 2013). Vettel confesó estar ‘en shock’ por el accidente de Michael Schumacher. Recuperado el 2 de diciembre de 2014, de El Tiempo: http://goo.gl/qcNQDl.
✒Alarcos, E. (1999). Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
✒Allende, I. (2004). El bosque de los pigmeos. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana.
✒Arcipreste de Hita (2006). El libro del buen amor. Madrid: Cátedra. Castro, G. La bruja: coca, política y demonio. Bogotá: Planeta.
✒Góngora, L. (1580). Ciego que apuntas y atinas. Recuperado el 2 de diciembre de 2014, de Universitat Pompeu Fabra – todo Góngora: http://goo.gl/Y9jRnb.